CONTEXTO HISTÓRICO ENTRE FIN DE SIGLO Y LA GUERRA CIVIL
(1875-1936)
Desde 1875, tras
un Golpe de Estado que termina con la I República, España se rigió
por el sistema conocido
como Restauración borbónica (1875-1923) con la soberanía
compartida entre la Corona (Alfonso XII, 1875-1885 y luego
Alfonso XIII) y las Cortes, siendo el rey el jefe del
Ejército. El régimen se caracterizó por la alternancia en el poder
pactada por los partidos conservador y liberal. Esto trajo consigo la
corrupción del sistema parlamentario y el caciquismo. Aunque en 1890
se estableció el sufragio universal, se recurría sistemáticamente
al fraude electoral: el cacique, perteneciente a la élite local en
un país latifundista, intervenía mediante la compra de votos,
falsificación de actas, rotura de urnas etc. para que ganasen las
elecciones el partido al que le
tocaba gobernar
según el pacto establecido. Esta situación explica el
antiparlamentarismo de muchos intelectuales y creadores de fin de
siglo.
En 1898,
con la pérdida de las últimas colonias españolas (Cuba,
Filipinas y Puerto Rico), estalló una crisis con la que comenzó el
declive del sistema. A partir de entonces, en especial durante el
reinado de Alfonso XIII (reinó de 1902 a 1931), se manifestaron una
serie de problemas que fueron mermando el régimen:
a) Crisis
política. Las luchas internas en ambos partidos mayoritarios,
muertos sus líderes carismáticos, se
volvieron muy frecuentes. Además, Alfonso XIII intervino
excesivamente en cuestiones políticas, rompiendo la alternancia y
convirtiendo el sistema en inestable. Fueron continuas las crisis
ministeriales. A ello se sumó la dificultad para manipular el voto
urbano (donde el caciquismo era escaso, mientras seguía en el ámbito
rural) y el incremento del fraccionamiento parlamentario, que supuso
la necesidad de coaliciones para poder gobernar. Entre los opositores
al sistema destacaron los republicanos (intelectuales, profesionales,
funcionarios, pequeños minoristas...) que atribuían todos los males
a la Monarquía.
b) El gran
desarrollo económico de las periferias (País Vasco y
Cataluña) contribuyó al desarrollo de los nacionalismos
periféricos. En estas zonas se incrementó el sentimiento de ser
explotados.
c) Crisis social.
El desarrollo económico, industrial y urbano potenció las luchas
sociales como consecuencia de la
mayor conciencia del proletariado y campesinos y el aumento de su
capacidad de movilización. La
disparidad entre los salarios y los beneficios de los empresarios y
el aumento de la inflación llevó a los trabajadores a luchar por
sus reivindicaciones, en algunos casos con el recurso de la
violencia. Tras la I Guerra Mundial, la situación española se
agravó. Esto explica las profundas convulsiones que recorrieron
España en los años 1919-1920. Paralelamente, se organizaron los
empresarios: asociaciones pseudocívicas que colaboraban con la
policía en la represión mediante la violencia armada; finalmente la
ley de fugas, aprobada en 1921, permitió a las fuerzas del orden
fusilar a cualquier preso con la excusa del intento de fuga.
d) Reapareció
el conflicto religioso al agudizarse las denuncias de sectores
progresistas sobre el dominio que la
Iglesia ejercía sobre la enseñanza y por el aumento significativo
del número de religiosos. El
anticlericalismo se fue extendiendo en buena parte de la opinión
pública urbana, en especial entre las
clases populares.
e) El problema
colonial. La derrota de 1898 había demostrado la degradación de
las Fuerzas Armadas, en las que
sobraban oficiales y jefes y faltaban recursos materiales. Al
estamento militar se enfrentaban
sectores antimilitaristas y una prensa liberal hostil que acusaba a
los militares de la derrota.
Tras el
desastre del 98, la posibilidad de reconstruir un imperio en
Marruecos suscitó las esperanzas de los colonialistas españoles.
España se embarcó en una aventura que, además de las enormes
pérdidas de vidas y recursos materiales, contribuyó a envenenar el
clima político y a agudizar la separación entre el Ejército y la
sociedad civil.
La situación
anterior condujo a la dictadura del general Primo de Rivera
(1923-1930), que intentó, desde la concentración del poder,
resolver la crisis de la nación. Con ciertos logros en algunos
campos, al final la dictadura también fracasó.
La miseria muy
generalizada, la organización y politización de la clase obrera y,
sobre todo, la unión de las
izquierdas, trajo consigo la proclamación de la Segunda República
(1931-1939). Alfonso XII abandonó el país. La República de
1931 fue la respuesta al agotamiento de una situación social y
política, que se había precipitado desde 1917. El periodo
republicano comenzó con un deseo de profundas reformas y buenas
intenciones, pero se manifestó impotente ante los problemas
endémicos del país: los enfrentamientos ideológicos y sociales y
la crisis económica. Los acontecimientos se precipitaron:
huelgas y disturbios, triunfo de la derecha en 1933, huelga y
revolución en Asturias en 1934, unión de izquierdas en el Frente
popular que ganó las elecciones en 1936.
Ese mismo año,
en julio, el general Franco se sublevó contra el gobierno de la
República. Estalla la Guerra Civil (1936-1939), confrontación
fratricida con la que culmina el enfrentamiento de las dos Españas.
CONTEXTO
HISTÓRICO Y LITERARIO DE LUCES DE BOHEMIA
Ramón
María del Valle-Inclán (1866-1936) inicia su carrera literaria tras
el denominado desastre
del 98, fecha de la
pérdida de las últimas colonias españolas (Cuba, Filipinas y
Puerto Rico). España era en aquel tiempo un país
rural, con una
industrialización creciente en focos alejados del poder político
(Cataluña y Euskadi), unos salarios terriblemente bajos, unos altos
niveles de analfabetismo
y una gran
conflictividad social a
los que el régimen político de la Restauración
ya no sabía dar
respuesta.
Luces
de bohemia,
primer esperpento
valleinclanesco, retrata el estado de degradación de este sistema
político nacido en 1875 con la Restauración,
un sistema que duró más de cincuenta años y que se caracterizaba
por la alternancia pacífica en el poder de los dos partidos
mayoritarios, el liberal y el conservador. Se trataba de un régimen
que acabó produciendo un sistema
corrupto y caciquil donde
el incipiente movimiento
obrero no va a tener
fácil la entrada y donde el fraude
electoral era lo más
recurrente. Ante un estado incapaz de actuar, la Monarquía promueve
el golpe de estado de Primo
de Rivera en 1923. Sin
embargo, el cambio no sirve para regenerar el panorama político y
social, y el fin de la dictadura arrastra a la monarquía,
proclamándose en 1931 la II
República.
Luces de
bohemia apareció publicada por entregas en la revista
España en 1920, aunque la obra no se completará hasta
el año 1924. Será entonces cuando Valle la edite en un
volumen especial en el que se realizaron numerosos cambios,
supresiones y adiciones que dotaron a esta pieza teatral de mayor
intensidad, sobre todo en los aspectos de denuncia social y política.
En
esta obra, Valle-Inclán nos aproxima a la vida bohemia, tema de
muchas producciones literarias y de otras artes. La bohemia
había sido para
muchos artistas de fin de siglo más que un simple modo de vivir: fue
una forma de entender el arte y la vida; fue una época heroica,
donde con orgullo aristocrático se confinaba el Arte al mundo de la
Belleza. Ese es el mundo de Max, pero este mundo en 1920 ya no tiene
sentido. Luces de
bohemia es, pues, una
particular elegía de este universo
ya consumado.
Desde
el punto de vista
literario,
Valle-Inclán es una mezcla de modernismo,
de vanguardismo y
de preocupación noventayochista.
En este sentido, Luces
de bohemia es una obra
excepcional de un ser excepcional que escapa a toda clasificación.
Luces de bohemia constituye el adiós definitivo del autor a
la estética modernista y a la bohemia
heroica.
En la obra aparece, aparte de la degradación del protagonista, Max
Estrella, hay despedida dos acontecimientos más: la presencia de
la figura de Rubén Darío, con el que Max evoca el París de
Verlaine, y sobre todo, el hecho de ver al marqués de Bradomín
(protagonista de las Sonatas) degradado, casi mendicante, aceptando
su derrota del brazo de Darío en el entierro de Max. Si la vida
bohemia ya no es posible,
tampoco lo es la estética modernista que la sustenta. Ese
descubrimiento lleva a Max a la proclamación de una nueva técnica
(el esperpento) .
En cambio, la función poética de las acotaciones —en las que
encontramos sinestesias, personificaciones o ingeniosas metáforas—,
la presencia de cultismos o neologismos ("¡Eironeia!") o
el cosmopolitismo que traslucen las páginas de Luces de bohemia nos
permitirían relacionar esta antitragedia con la estética
modernista. Este tipo de lenguaje aparece junta a palabras arcaicas
(abajo explicado), contribuyendo, aún más, al esperpento.
Luces de bohemia manifiesta una honda disconformidad con
la España de la época y contiene un duro ataque a la realidad
española, lo que la aproxima a las preocupaciones de los
noventayochistas.
Serían igualmente propios de los autores de la Generación
del 98 el uso predominante de la prosa, la primacía del diálogo sobre la acción y la
recuperación de localismos, arcaísmos o gitanismos ("gachó",
"chanelo", "beatas", "apoquinar"...)
CARACTERÍSTICAS
DEL ESPERPENTO Y SU REFLEJO EN LUCES DE BOHEMIA
Luces de
bohemia es la primera obra que el propio autor califica como
esperpento, un género creado por Valle-Inclán que consiste
en distorsionar nuestro entorno para poder expresar lo trágico, lo
grotesco y lo absurdo de la vida española.
Para conseguir
el objetivo de deformar el mundo circundante, Valle-Inclán emplea
múltiples procedimientos, entre los que destacamos la ridiculización
de la realidad. Si la naturaleza del esperpento es crear una
antitragedia, Luces de bohemia es un ejemplo paradigmático.
Los personajes se enfrentan a un destino trágico, pero el
distanciamiento del autor nos lo muestra como algo grotesco. En
este esperpento asistimos a un enorme drama a nivel colectivo (la
situación social española) y a nivel individual (la muerte de Max y
el suicidio de su mujer y su hija), pero estos hechos aparecen
como ridículos debido a los personajes que les dan vida. Es más: la
muerte de Max es grotesca. No hay nada solemne en su fallecimiento, y
mucho menos en su velatorio. Max agoniza en la calle, sus últimos
momentos son una parodia y su velatorio, una burla risible y cruel.
Además, no es su muerte la que cierra la obra, como en la tragedia
clásica, sino que, para mayor escarnio, esta concluye con las
palabras de un borracho.
La
estética del esperpento también se alcanza por medio de la
degradación de los
personajes, que son
presentados como seres caricaturescos.
Esta degradación se manifiesta, fundamentalmente, a través de tres
recursos estilísticos: la animalización
("La
Pisa Bien se apresura a echarle la zarpa"), la cosificación
("se
mueve el bulto de un hombre") y la muñequización
(sirva
como ejemplo la escena segunda, en la que don Latino y Zaratustra
engañan a Max con la venta de los libros, transformando de este modo
al propio protagonista en un fantoche).
Por
otra parte, la literaturización
—consistente en la
inclusión de gran cantidad de citas y referencias literarias— se
utiliza como un recurso más de deformación. Así, el género épico
se nos presenta desfigurado: Max es ciego como Homero y su
peregrinación por el Madrid bohemio y nocturno nos evoca la odisea
que realiza Ulises desde Troya a Ítaca. Además, en la obra de
Valle-Inclán encontramos:
Referencias
a la Divina comedia:
Max, que es guiado por don Latino como Dante por Virgilio, siente
que ese mundo en el que vive es un círculo más del Infierno
de Dante.
Citas
directas de Shakespeare, Rubén Darío o Calderón de la Barca.
Reminiscencias
al Lazarillo de Tormes
y al Quijote
en las figuras de los
dos protagonistas de Luces
de bohemia.
Otro
de los recursos más significativos del esperpento es la variedad
de registros empleados
en los diálogos; una variedad que no solo sirve para caracterizar a
los personajes, sino también para parodiarlos o criticarlos.
Subrayamos, por un lado, el uso de un lenguaje pedante y cursi propio
de los modernistas, y por otro, la jerga vulgar de las bajas clases
sociales, quienes emplean términos como "cuála" o
"previlegiado". Incluso se aprecia en Luces
de bohemia la
combinación de cultismos y gitanismos en una misma intervención, lo
que evidencia ese empleo
de contrastes tan
peculiar de la estética valleinclanesca.
Este
contraste o paradoja ya
se percibe desde el mismo título,
cuidadosamente escogido por el autor. Por un lado, Valle juega con la
luz, con el brillo de una época modernista en decadencia; pero por
otro lado, la peregrinación bohemia de los protagonistas transcurre
por un Madrid nocturno alumbrado artificialmente con velas, candiles
y lámparas. Se trata, en efecto, de un intencionado
claroscuro con el que
aspira a degradar la realidad.
El
esperpento, asimismo, se caracteriza por fusionar novela y teatro.
Esta indefinición de
géneros se hace
patente en la función de las acotaciones,
que son muy extensas, tienen un excepcional valor literario y están
escritas imitando las intervenciones de un narrador omnisciente. Con
ellas se describen, con rapidez e intensidad (mediante un estilo
verdaderamente poético), personajes y ambientes diversos.
Finalmente,
en Luces de bohemia se
acumulan de manera intencionada hechos y referencias históricas en
un confuso anacronismo,
lo cual nos impide
situar la acción de esta pieza teatral en un tiempo histórico
concreto. De esta forma, la alusión a las últimas colonias
españolas (1898), la mención a la Semana Trágica de Barcelona
(1909), los comentarios sobre la Revolución rusa (1917), la
coexistencia de modernistas y ultraístas o el hecho de que Rubén
Darío —que muere en 1916— sobreviva a Benito Pérez Galdós —que
fallece en 1920— serían sucesos temporalmente anacrónicos que
servirían a Valle-Inclán para producir el efecto deformador que
pretende. Esta confusión cronológica no es casual, sino que
constituye un caso más de distanciamiento y permite explicar todo un
periodo, desvelar la esencia de una sociedad.
En
conclusión, mediante la técnica del esperpento, Ramón María del
Valle-Inclán muestra con óptica deformante la realidad para
censurar y parodiar la decadente situación nacional. Nos hallamos,
pues, ante la vertiente más crítica de la Generación del 98.
4. LUCES DE
BOHEMIA Y LA REALIDAD SOCIAL
Es difícil
situar el año en que transcurre la trama de Luces de bohemia por
su confuso anacronismo, pero retrata el estado de
degradación del sistema político de la Restauración.
La
acumulación desproporcionada de la propiedad de la tierra en manos
de unos pocos propietarios
latifundistas así como los bajos salarios van a provocar episodios
de violencia reprimidos duramente
por la autoridad, tal como sucedió durante la Semana Trágica de Barcelona en 1909.
Los trabajadores inician su proceso de organización alrededor de dos
polos ideológicos: el
anarquismo de la CNT y el socialismo, simbolizado por las Casas del
Pueblo del PSOE. En este
contexto, los obreros recurrirán en ocasiones a la violencia para
luchar por sus derechos, una
violencia que aparece reflejada en Luces de bohemia en el preso
catalán o en los disturbios
callejeros con los que se encuentran Max Estrella y don Latino.
Cataluña y Madrid
vivirán en 1919 varias huelgas reprimidas con dureza por las tropas,
unas movilizaciones que también se trasladan al campo. Y es que la
Revolución Rusa de 1917 había dado a los trabajadores de todo el
mundo el impulso moral para luchar por sus derechos. La patronal
reaccionó ante el levantamiento obrero de forma contundente (cierre
de fábricas, no contratar a obreros sindicados...). Incluso,
acusando de blando al gobierno, no solo inició la guerra sucia con
el pistolerismo blanco (asesinos a sueldo contratados para eliminar a
dirigentes sindicales), sino que también creó sindicatos libres y
asociaciones cívicas (como Acción Ciudadana, citada en Luces de
bohemia) que empleaban la violencia armada contra los obreros y
ayudaban a la policía en la represión de las manifestaciones.
En 1921
se aprueba la Ley de fugas, que permitía a las fuerzas del orden
fusilar directamente, sin
juicio previo, a cualquier preso acusado de haber intentado huir. Así
muere el obrero
anarquista, compañero de Max en prisión en la escena sexta, que fue
añadida por el dramaturgo en
1924.
Todo este
ambiente de corrupción e ineficacia política se refleja en el
esperpento de Valle en las
alusiones a Maura, político conservador cuya impopularidad
durante estos años era enorme, y a
Alfonso XIII, rey de España hasta la proclamación en el 31
de la Segunda República del que
el autor no tenía muy buena opinión. Pero la
conflictividad social no es la única referencia a la realidad en
Luces de bohemia.
También podemos
hallar menciones religiosas. Es cierto que apenas hay críticas
directas a la jerarquía y su
papel de cómplice de la clase política, pero Max clama por una
“religión nueva” que debe
regenerar España. Tal vez por eso bautiza al preso catalán —que
se llama Mateo (por Mateo Morral, el
anarquista que atentó contra Alfonso XIII)— como Saulo (el apóstol
San Pablo, piedra
fundamental en la expansión de la Iglesia primitiva).
En síntesis,
Luces de bohemia manifiesta una honda disconformidad con la
España de la época y contiene
un duro ataque a la realidad española. Nadie se libra de la crítica:
gobierno, empresarios,
fuerzas del orden e incluso obreros (exceptuando, quizá, el preso
catalán y la
madre del niño
muerto) son retratados como una masa brutal, inculta e incapaz, en consecuencia, de
producir la anhelada regeneración de la sociedad española. No en
vano, todo ello parece
remitirnos a las palabras de Max Estrella: "España es una
deformación grotesca de la
civilización Europea".
5. LOS PERSONAJES DE
MAX ESTRELLA Y DON LATINO EN LUCES DE BOHEMIA
De todos los personajes de esta obra sobresalen los dos principales:
Max Estrella y don Latino de Híspalis.
Valle-Inclán elabora los rasgos básicos y biográficos del
protagonista de Luces de bohemia a partir de la figura de
Alejandro Sawa, periodista andaluz amigo personal del autor
que murió en 1909 y que ha sido considerado como la personificación
de la bohemia. Sus similitudes con Max Estrella son numerosas:
ambos eran escritores, estaban casados con mujeres francesas y
murieron ciegos, locos y en la más absoluta miseria tras recibir una
carta donde se prescindía de sus servicios en el mundo del
periodismo.
Nuestro protagonista, descrito en ocasiones como un héroe clásico,
es un poeta frustrado cuya obra no ha obtenido éxito, por lo que no
gana lo necesario para poder subsistir. Vive en una sociedad
insensible a la obra literaria y se siente superior, tanto
intelectual como moralmente, al mundo burgués. Max Estrella se puede
entender como un alter ego de Vallé- Inclán, dado que sus discursos
reflejan muchas de las opiniones, valoraciones y críticas que el
autor sostenía sobre la sociedad española.
Max es un personaje extremadamente complejo y lleno de
contradicciones. Su ceguera, que nos recuerda a la de Homero,
no le impide ver el sufrimiento del pueblo y las injusticias
proferidas por los gobernantes, por lo que se siente impotente
ante la miseria intelectual y moral de España. Sin embargo, su
carácter no está exento de incongruencias.
Es crítico y denuncia la tiranía, pero también sucumbe al poder
aceptando una paga del ministro que gastará en champán, mientras su
familia sufre penalidades. Es decir, censura la corrupción política,
pero acepta una pensión vitalicia.
Max Estrella podría haber llegado a ser un personaje trágico, pero
la sociedad que lo rodea es tan cruel y grotesca que convierte su
vida heroica en una existencia patética y absurda. Su degradación
se refleja en la muñequización a la que lo somete el propio autor.
En este sentido, Max, como si fuese un fantoche o un pelele, es
estafado por Zaratustra, engañado por don Latino y encarcelado como
un vil delincuente. Incluso su muerte es ridícula, pues será
confundida primero con una borrachera y finalmente con una
catalepsia.
En cuando a don Latino, se ha discutido mucho sobre qué
personaje real puede esconderse tras el asiduo acompañante de Mala
Estrella. Podría ser cualquiera de los modernistas con los que
convivía Alejandro Sawa. De hecho, Sawa solía ir acompañado de
un can y, curiosamente, Valle echa mano de los recursos del
esperpento para caracterizar a don Latino como un perro.
Este personaje
fundamental debe entenderse como un desdoblamiento del protagonista.
Si Max simboliza la bohemia heroica, modernista y rebelde, don Latino
es reflejo de la degradación de esta bohemia que ha perdido la
pureza de sus ideales y se ha corrompido.
Se le puede definir como una persona inmoral, un parásito, un ser
ruin y mezquino. No olvidemos que don Latino estafa a Max, en
connivencia con Zaratustra, el dinero de los libros, lo abandona
moribundo en el portal de su casa y le roba la cartera y el décimo
de lotería premiado, causando sin el menor escrúpulo el suicidio de
la mujer y la hija del poeta ciego.
Según la crítica, don Latino reúne varias personalidades
simbólico-míticas: la de Virgilio guiando a Dante-Max por los
infiernos madrileños, la de un Sancho Panza que acompaña a su dueño
o la de un Lazarillo engañando a su ciego amo. Incluso es
equiparable, en algunos momentos, a la figura del criado "gracioso"
típica de la comedia española de los Siglos de Oro.
En Luces de bohemia encontramos gran cantidad de personajes de
procedencia diversa (inspirados en la vida real, como Max Estrella;
de origen literario, como el Marqués de Bradomín; de existencia
real, como Rubén Darío; o de ficción, como Pica Lagartos o
Enriqueta la Pisa Bien). La estética del esperpento provoca que
dichos personajes sean deformados de diversos modos, hasta
convertirlos en muchos casos en auténticos fantoches y peleles.