EL ROMANTICISMO
- La revolución romántica. Contexto histórico.
La Europa de finales del S.XVIII y
comienzos del S.XIX rescató de entre oxidados latinismos del
diccionario una palabra que con el tiempo se convertiría en símbolo
de los nuevos tiempos: revolución. Así, para la primera mitad del
S.XIX se ha hablado de unas veces de primera revolución industrial,
cambio de la estructura económica de la sociedad, otras veces los
historiadores hacen un repaso por todas las revoluciones políticas
que acabaron con el absolutismo del Antiguo Régimen, así que
también los críticos literarios escriben acerca de la revolución
que supuso el fin del clasicismo dieciochesco. Esta palabra se llenó
de la fuerza y violencia necesaria para romper la cadena del
despotismo del S.XVIII, siglo en el que todo se regía por el orden
de un rey que por derecho divino poseía a los pueblos y en el que la
literatura seguía las normas clásicas de creación poética,
regidas por la razón y la utilidad práctica. En el ambiente se
respiraba la opresión y se necesitaba respirar aire fresco y
renovado.
La primera transformación de la
sociedad europea la produjo el cambio de la actividad económica. En
Inglaterra , a finales del XVIII, y luego en el resto de Europa
Occidental, se desarrolló la producción mediante el uso de nuevas
tecnologías, como la máquina de vapor, con lo que la actividad
económica fue girando hacia la industria manufacturada. La clase
social más beneficiada fue la burguesía que invertía sus ganancias
en nuevas actividades económicas. El campesino, huyendo del hambre y
de la explotación de la nobleza, se dirigió hacia los centros
industriales para trabajar en las fábricas. La nobleza, que ya
había perdido su poder económico, se resistía a abandonar su poder
político y no dudaba en emplear toda la fuerza de la represión.
Todo ello favoreció la 1ª revolución
política, la Revolución Francesa (1789) que llevó al poder ala
burguesía. El lema de esta revolución, Libertad, Igualdad y
Fraternidad, fue utilizado por el general Napoleón Bonaparte,
autoproclamado emperador que conquistó a otros pueblos europeos,
entre ellos, España.
La restauración del Antiguo Régimen
tras la derrota de Napoleón no pudo evitar que las nuevas ideas
acerca de la relación del hombre con el poder se extendieran por
toda Europa contribuyendo al nacimiento de un sentido de nación que
estaba por encima de la tiranía de unos soberanos. Este nacionalismo
comenzó en Alemania y afectó a diversos pueblos europeos como
Italia.
La libertad para el hombre era la
libertad para el escritor: el artista era libre para mostrar su
propia originalidad en una creación que nacía de su propia
inspiración, guiado por su impetuosa imaginación. Cada renglón,
cada poema era parte de la vida del autor y se unía irremisiblemente
a él. Ahora bien, la palabra romántico no debe confundirse con
sentimental, sino que se carga además de significados como rebelde,
subjetivo o individualista.
- Rimas de Bécquer.TEMAS DE LAS RIMAS
1. La poesía
Las ideas de Bécquer sobre la poesía
son innovadoras y, en cierta manera, precursoras de movimientos
poéticos posteriores (simbolismo), pero no constituyen una
preceptiva poética sistemática. Además de reflexionar sobre ello
en su poesía, Bécquer también lo hace en su obra en prosa: Cartas
literarias a una mujer, en la “Introducción sinfónica” al Libro
de los gorriones o en la reseña al libro La soledad de su amigo
Ferrán.
• El sentimiento poético y el
amoroso son equiparables: el ideal de poesía y el del amor se funden
y confunden en la mujer ideal (rima IV).
• La poesía existe, para todo el que
la sepa sentir, en el mundo natural, en ambientes misteriosos, en el
ser humano... aunque nadie la escriba (rima IV). La poesía es
concebida como la expresión inmediata de emociones o sentimientos
que están más allá del poeta mismo y que sólo esperan al escritor
que sepa formularlos.
• Esto implica que la vivencia
poética es independiente y previa a la escritura del poema y el
poeta es el que logra juntar ambas fases (rima V). El proceso poético
de inspiración no es fácil; en algún momento Bécquer dirá
“Cuando siento, no escribo”.
• Además, la lengua no es un medio
demasiado apto para expresar lo sentido (rima I), pues Bécquer
concibe la poesía como algo inefable y misterioso. Por ello, para
traducirla a palabras, el poeta recurre a lo que el lenguaje tiene de
sugerente, de simbólico: lo inmaterial solo se puede expresar, o
mejor intuir, a través de lo etéreo o incorpóreo, de ahí las
alusiones a suspiros, sonrisas, colores, música...
• El poeta se rinde ante la evidencia
de que en el sentimiento poético lo real y lo imaginario, lo vivido
y lo soñado se confunden; opta por expresar el ideal: la mujer
ideal, el mundo ideal, el ideal poético... en un intento de
comunicarse con lo que los románticos denominaron “espíritu
universal” o “alma del universo”. En la rima I escribe: himno
gigante y extraño / que anuncia en la noche del alma una aurora.
En la reseña de La Soledad (1861),
Bécquer distingue entre dos tipos de poesía: una, “magnífica y
sonora” y otra, “desnuda de artificio” por la que él se
decanta y que define su estilo.
2. El amor gozoso y la mujer ideal
Aunque su concepto de poesía preludia
la poesía posterior, cuando trata el tema del amor aparecen diversos
tópicos románticos. El amor se identifica con la mujer, pero es una
mujer próxima, a diferencia de otras mujeres románticas. La mujer
es la expresión máxima de la belleza, pero no es más que un ideal,
porque resulta inaccesible, es un misterio o se desvanece, por lo que
el resultado final no es otro que la desilusión, la angustia, la
soledad y la muerte.
Cuando Bécquer canta el amor pleno y
gozoso (en la primera parte de la obra), toda la naturaleza participa
de ese amor, más aún todo el universo se hace eco del amor.
De un amor así solo puede ser
depositaria una mujer extraordinariamente bella. El paradigma de
mujer es el paradigma de la belleza, y, también de lo poético; las
cualidades de su hermosura solo pueden ser comparadas con la
hermosura que se observa en la naturaleza.
Entre el poeta y la amada se establece
una relación de comunicación interna, de común unión, hasta el
extremo de presentirse el uno al otro (rima XVI y XXVIII) o
identificarse (rima XXIV). En su platónico amor, el poeta acabará
por desear una mujer igualmente ideal; no es suficiente poner su amor
en una mujer de carne y hueso, aunque encierre pasión y ternura a
raudales: no es ese tipo de mujer al que se busca, sino aquella
formada de sueño y niebla. Por este camino, la mujer se transforma
en algo etéreo, en símbolo del ideal imposible. Dentro de esta
línea de perseguir lo inmaterial y etéreo es como se puede luego
llegar a comprender la identificación de la mujer con otra modalidad
de lo inefable: la poesía (rima XXI).
Y, si la poesía es inefable a causa de
la insuficiencia del lenguaje, y apenas pude ser expresada si no es a
través del amor, del mismo modo la idealización de la mujer, dada
esa insuficiencia de la palabra, apenas puede ser descrita si no es a
través de lo poético. De modo que amor, mujer y poesía se
identifican por completo y pasan a designar la misma realidad que es
igualmente inefable e inalcanzable. De ahí la imposibilidad de la
descripción física de la mujer.
3. El dolor del amor
El desengaño y la tristeza causada por
el olvido del amor es, pues, el centro temático del segundo grupo de
composiciones, ya presagiado por la rima XXVI, cuya ubicación
desentona dentro de la luminosa claridad de los poemas anteriores.
De la plena identificación en las
voluntades de los amantes de los poemas anteriores se pasa ahora a
una oposición tú/yo dolorosa. El desamor y la separación son
consecuencia del orgullo (rima XXX), lo que provoca la ruptura
completa y total.
Se busca la culpa: ella no supo ver el
valioso fondo de su enamorado, lo que puede estar relacionado con el
carácter de insatisfacción permanente del poeta; él no valoró
otras cualidades de la amada, al dejarse deslumbrar exclusivamente
por su belleza física.
La intensidad del sentimiento amoroso
viene expresada de manera proporcional a la intensidad del dolor
producido.
Cuando se desmorona el mundo ideal solo
le quedan la soledad y la desesperación, que son puestas de relieve
con tonos de amargura y sarcasmo; aquel amor apasionado es
considerado como un “trágico sainete”, porque ha idealizado el
amor al darle forma a lo que solo es un fantasma (rima L).
El desengaño producido por el amor
imposible también es puesto de relieve con el contraste entre la
luminosidad de los poemas de amor gozoso con los que ahora designan
dolor y sufrimiento. Aquí son abundantes las expresiones que denotan
ese cambio de tono: “sombra oscura”, “noche de dolor”...
4. La desolación y la muerte
En la última parte de la obra, la más
amplia, trata Bécquer temas como la soledad, la angustia de vivir,
el misterio del hombre, la muerte... Si bien todavía hay alusiones
al fracaso de la experiencia amorosa (rimas LV, LXVII, LXVIII...),
son más las composiciones que se centran en la descripción de la
desolación, angustia y ansias de muerte producidas por la ausencia
del amor.
En efecto, sin amor, los días pasan
monótonos y la vida carece de todo sentido, y solo el dolor, la
experiencia del dolor, parece despertar la conciencia del existir.
El escepticismo se hace presente y va
ganando cada vez más terreno. El poeta concibe su vida como un
erial, como un existir en el que solo se pueden recoger desgracias y
sinsabores. Y ante el desengaño y la frustración del amor prometido
como eterno por la amada, el amante pretende ejemplarizar que solo el
dolor sí es eterno.
Pero no deja de ser una falacia, un
nuevo engaño, pues el tiempo, el simple transcurrir del tiempo, le
hace caer en la cuenta de que no puede haber nada constante en lo que
es humano (rima LXIV).
En estas perplejidades y angustias se
va consumiendo febrilmente su vida, mientras la soledad se va
haciendo cada vez más absoluta. Al mirar hacia el pasado se puede
decir que solo se ha experimentado el sufrimiento.
En el futuro el poeta se concibe a sí
mismo como un “huésped de las tinieblas” (rima LXXV) que se
consume en presagios de una muerte en desamparo. Son versos en los
que parecen resonar los ecos de sentimiento de desengaño, íntimo,
existencial, típico del hombre barroco. Bécquer coloca en un mismo
plano la cuna y la sepultura, para poner de relieve la fugacidad del
tiempo, para poner de relieve qué sentido tiene una vida sin amor,
señalada por el dolor y el olvido.
El tema de la muerte se hace más
obsesivo en esta última parte de las Rimas.
Aunque en ocasiones la desea como una
liberación de todos los pesares (rima LXXVI),
en otros poemas manifiesta un
angustiado terror no tanto a la muerte en sí misma, sino al lo que
esta lleva consigo: la soledad y la desaparición de la memoria
individual y colectiva, de que no quede otra cosa de su transcurrir
por la tierra que una tumba “donde habite el olvido”.