Como ya sabéis, el 26 de
Febrero hay un concurso gastronómico. Una de las opciones es el literario.
Os dejo varios ejemplos que lo
vimos en clase por si queréis realizar uno, o si sabéis de otro también vale.
El ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha (1ª
parte), Miguel de Cervantes
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme,
no ha mucho tiempo que vivía un
hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín
flaco y galgo corredor. Una olla de algo
más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y
quebrantos los sábados, lentejas los
viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían
las tres partes de su hacienda. El
resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para
las fiestas con sus pantuflos de lo
mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de
lo más fino. Tenía en su casa una ama
que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a
los veinte, y un mozo de campo y plaza,
que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba
la edad de nuestro hidalgo con los
cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes,
enjuto de rostro; gran madrugador y amigo
de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada
o Quesada (que en esto hay alguna
diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque
por conjeturas verosímiles se deja
entender que se llama Quijana; pero esto importa poco a
nuestro cuento; basta que en la narración
dél no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber,
que este sobredicho hidalgo, los ratos que
estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer
libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto
el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que
vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y
así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le
parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la
claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de
perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío,
donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón
se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la
vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra
divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora
del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones
perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase
Los pájaros de Bangkok, Manuel Vázquez Montalbán
La muchacha dejó sobre la mesa un paquete de fideos de harina
de arroz, carne de cerdo y de pollo troceada, calamares, pequeños camarones,
una lata de tomate, dos pimientos, cebollas, ajos y, ante la culpabilizada
petición de Carvalho de que fuera a por aceite de oliva, ella le contestó con
una sonrisa y volvió a salir, para regresar casi al instante con un botellín
donde había algo que recordaba el líquido metalismo del aceite de oliva. La
muchacha dijo que en Thailandia se compraba en las farmacias y lo utilizaban
las mujeres para el cuidado del cabello. Olió Carvalho el tónico capilar y,
tanto el aroma como el gusto que comprobó untando un dedo en el elixir, le
convencieron de que era aceite de oliva. Con un cuchillo en la mano y
utilizando la mesa como tablero, Carvalho se convirtió en un espectáculo
preparando los prolegómenos del sofrito, limpiando los calamares,
descascarillando los camarones y empezando a cocer un caldo corto con las
cáscaras de los crustáceos y los huesos del pollo.
–Aunque para usted sea difícil entenderlo, voy a realizar un
plato que se llama la "fideuá", plato de moda en la Valencia
actual, en competición desigual con la tradicional paella y que, en mis manos y
con estos elementos, va a convertirse en una variante universal, en un estreno
mundial, porque jamás se ha hecho utilizando los sutiles fideos de harina de
arroz.
Carvalho hablaba en castellano, pero gesticulaba como si
cuanto dijera fuera entendible por su compañera. Ella reía como si asistiera a
un "show" de Jerry Lewis y, por primera vez en su vida, a Carvalho le
gustaba que se rieran de él e interpretó el papel de payaso culinario hasta sus
últimas consecuencias.
–Primero hay que sofreír bien las carnes y en el aceite hacer
un sofrito espeso, deshidratado, como mandan los cánones perfectamente
explicados por Josep Pla, un gran escritor catalán al que supongo traducido al
thailandés. Una vez hecho el sofrito vegetal de cebolla, tomate, pimiento, se
le añaden las carnes de cerdo, pollo y calamar y se reservan las gambas para
echarlas en el último momento. En esta fritura se han de rehogar los fideos
normales, pero, en atención a la fragilidad de estos fideos de arroz que usted
me ha suministrado, los reservaré para el último momento y verteré el caldo
sobre el sofrito hasta que rompa el hervor y así continúe para que se mezclen
sabores. Luego, los fideos y las gambas despellejadas y, dos o tres minutos
antes de sacarlo del fuego, una picada de ajo con aceite y a dejar reposar el
comistrajo a ver qué sale.
El milagro cerámico se produjo y en la sartén se conformó una
"fideuá" sutil en la que los tenues fideos de harina de arroz
prometían una consistencia casi vegetal. De la risa lagrimeante, la muchacha
había pasado a la curiosidad y, si bien no aceptó el honor de compartir la mesa
con el extranjero, sí esperó a que éste comiera para probar a su vez el plato,
de pie, con el temor en los labios indecisos primero, pero luego sustituyendo
la curiosidad por el entusiasmo cuando comprobó que estaba bueno. Carvalho le
dijo que en cuanto volviera a España patentaría el plato, que a buen seguro
sería bien aceptado por los italianos y los valencianos, porque reunía la
cultura de la paella, del arroz y del fideo, en una síntesis prodigiosa que no
se le había ocurrido a ningún profeta de la nueva cocina.
El coronel no tiene
quien le escriba, Gabriel
García Márquez
-Novecientos pesos -exclamó el coronel.
-Novecientos pesos.
El coronel concibió la cifra.
-¿Usted cree que darán ese dineral por el gallo?
-No es que lo crea -respondió don Sabas-. Es que estoy
absolutamente seguro.
Era la cifra más alta que el coronel había tenido en su
cabeza después de que restituyó los fondos de la revolución. Cuando salió de la
oficina de don Sabas sentía una fuerte torcedura en las tripas, pero tenía
conciencia de que esta vez no era a causa del tiempo. En la oficina de correos
se dirigió directamente, al administrador:
-Estoy esperando una carta urgente -dijo-. Es por avión.
El administrador buscó en las casillas clasificadas. Cuando
acabó de leer repuso las cartas en la letra correspondiente pero no dijo nada.
Se sacudió la palma de las manos y dirigió al coronel una mirada significativa.
-Tenía que llegarme hoy con seguridad -dijo el coronel.
El administrador se encogió de hombros.
-Lo único que llega con seguridad es la muerte, coronel.
Su esposa lo recibió con un plato de mazamorra de
maíz. Él la comió en silencio con largas pausas para pensar entre cada
cucharada. Sentada frente a él la mujer advirtió que algo había cambiado en la
casa.
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A continuación presentamos la receta de la Mazmorra de maíz:
Ingredientes: 4 mazorcas de maíz tierno y dulce 1 litro de leche 2 latas de
leche evaporada (o de leche de coco) Media taza de azúcar (al gusto) Una pizca
de sal 3 o 4 astillas de canela 1 cucharadita de vainilla 1 cucharada de
maicena disuelta en un poquito de agua (opcional) Canela en polvo para decorar
(Con la mitad de la receta se preparan 8 porciones individuales) Preparación:
Se desgranan las mazorcas. Se colocan los granos de maíz con un poco de la
leche y se licúan a alta velocidad. Se cuela y exprime bien la mezcla. Se
vuelven a licuar los restos del maíz con otro poco de leche hasta sacar todo el
jugo del maíz. Desechar las cascaritas del maíz. Colocar la mezcla de maíz con
el resto de todos los ingredientes en una olla, menos la maicena y la vainilla
, y se cocina a fuego mediano revolviendo continuamente hasta que hierva y
espese. En este momento, se agrega la maicena diluida en un poquito de agua
(esto se hace si le gusta una consistencia más espesa, es opcional), sin dejar
de revolver, se deja hervir y espesar. Por último, se agrega la vainilla.
Cuando se logre la consistencia deseada, bajar del fuego, y dejar enfriar un
poco. Todavía tibia, servir la crema en envases individuales y espolvorear con
canela en polvo. Cuando enfríe, guardar en el refrigerador. Servir bien frío.
El coronel en su laberinto,
Gabriel García Márquez
Poco después entró Fernanda Barriga y trató de hacerle comer
al general un plato de alboronía. El se resistió, a pesar de que no
había comido nada desde el día anterior, pero ordenó que le pusieran el plato
en la oficina para comer durante las audiencias. Mientras tanto cedió a la
tentación de coger una guayaba de las muchas que estaban en la totuma. Se
embriagó un instante con el olor, le dio un mordisco ávido, masticó la pulpa
con un deleite infantil, la saboreó por todos lados y se la tragó poco a poco con
un largo suspiro de la memoria. Después se sentó en la hamaca con la totuma de
guayabas entre las piernas, y se las comió todas una tras otra sin darse tiempo
apenas para respirar. José Palacios lo sorprendió en la penúltima.
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una fritada de berenjenas, tomates, calabaza y pimientos
picados y revueltos.
Como agua para chocolate, Laura Esquivel
Pastel Chabela
INGREDIENTES:
175 gramos de azúcar granulada de primera
300 gramos de harina de primera, tamizada tres veces
17 huevos
Raspadura de un limón
Manera de hacerse:
En una cacerola se ponen cinco yemas de huevo, cuatro huevos
enteros y el azúcar. Se baten hasta que la masa espesa y se le anexan dos
huevos enteros más. Se sigue batiendo y cuando vuelve a espesar se le agregan
dos huevos completos, repitiendo este paso hasta que se terminan de incorporar
todos los huevos, de dos en dos. Para elaborar el pastel de boda de Pedro con
Rosaura, Tita y Nacha hablan tenido que multiplicar por diez las cantidades de
esta receta, pues en lugar de un pastel para 18 personas tenían que preparar
uno para 180.
¡El resultado da 170 huevos! Y esto significaba que habían
tenido que tomar medidas para tener reunida esta cantidad de huevos, de
excelente calidad, en un mismo día.
Para lograrlo fueron poniendo en conserva desde hacía varias
semanas los huevos que ponían las gallinas de mejor calidad. Este método se
utilizaba en el rancho desde época inmemorial para proveerse durante el
invierno de este nutritivo y necesario alimento. El mejor tiempo para esta
operación es por los meses de agosto y septiembre. Los huevos que se destinan a
la conservación deben ser muy frescos. Nacha prefería que fueran del mismo día.
Se ponen los huevos en una vasija que se llena de cebo de
carnero derretido, próximo a enfriarse, hasta cubrirlos por completo. Esto
basta para garantizar su buen estado por varios meses. Ahora, que si se desea
conservarlos por más de un año, se colocan los huevos en una orza y se cubren
con una lechada de un tanto de cal por diez de agua. Después se tapan muy bien
para interceptar el aire y se guardan en la bodega. Tita y Nacha habían elegido
la primera opción pues no necesitaban conservar los huevos por tantos meses.
junto a ellas, bajo la mesa de la cocina, tenían la vasija donde los habían
puesto y de ahí los tomaban para elaborar el pastel.
El esfuerzo fenomenal que representaba batir tantos huevos
empezó a hacer estragos en la mente de Tita cuando iban apenas por los 100
huevos batidos. Le parecía inalcanzable llegar a la cifra de 170.
Tita batía mientras Nacha rompía los cascarones y los
incorporaba. Un estremecimiento recorría el cuerpo de Tita y, como vulgarmente
se dice, se le ponía la piel de gallina cada vez que se rompía un huevo.
Asociaba los blanquillos con los testículos de los pollos a los que habían
capado un mes antes. Los capones son gallos castrados que se ponen a engordar.
Se eligió este platillo para la boda de Pedro con Rosaura por ser uno de los
más prestigiados en las buenas mesas, tanto por el trabajo que implica su
preparación como por el extraordinario sabor de los capones.
Desde que se fijó la boda para el 12 de enero se mandaron
comprar doscientos pollos a los que se les practicó la operación y se pusieron
a engordar de inmediato.
Como agua para chocolate, Laura Esquivel
Nunca habían vuelto a recibir noticias de ella, desde que
Nicolás le había hecho entrega de
su ropa, en el burdel donde había ido a caer. En fin, dejando
orear al lado de sus recuerdos
las tablillas de chocolate que acababa de terminar, se
dispuso a preparar la rosca de Reyes.
INGREDIENTES:
30 g de levadura fresca
1 1⁄4 kg. de harina
8 huevos
2 cucharadas de agua de azahar
1 1⁄2 tazas de leche
300 g de azúcar
300 g de mantequilla
250 g de frutas cubiertas
1 muñeco de porcelana
Manera de hacerse:
Con las manos, o utilizando un tenedor se desbarata la
levadura en un cuarto de kilo de harina, agregándole poco a poco media taza de
leche tibia. Cuando están bien incorporados los ingredientes se amasan un poco
y se dejan reposar en forma de bola, hasta que la masa crezca el doble de su
tamaño.
Justo cuando Tita ponía la masa a reposar, Rosaura hizo su
aparición en la cocina. Venía a pedirle su ayuda para poder llevar a cabo la
dieta que John le había recetado. Desde hacía unas semanas tenia graves
problemas digestivos, sufría de flato y mal aliento. Rosaura se sintió tan
apenada por estos trastornos que inclusive tuvo que tomar la decisión de que
Pedro y ella durmieran en recámaras separadas. De esta manera aminoraba un poco
su sufrimiento al poder desalojar ventosidades a su antojo. John le había
recomendado abstenerse de alimentos tales como raíces y legumbres y realizar un
activo trabajo corporal.
Esto último se le dificultaba por su excesiva gordura. No se
explicaba por qué desde que regresó nuevamente al rancho habla empezado a
engordar tanto, pues seguía comiendo lo mismo de siempre. El caso es que le
costaba un trabajo enorme poner en movimiento su voluminoso y gelatinoso
cuerpo. Todos estos males le estaban acarreando infinidad de problemas, pero el
más grave era que Pedro se estaba distanciando de ella cada día más. No lo
culpaba: ni ella misma soportaba su pestífero vaho. Ya no podía más.
Era la primera vez que Rosaura se abría, de capa con Tita y
trataba estos temas con ella.
Inclusive le confesó que no se le habla acercado antes por
los celos que le tenia. Pensaba que entre ella y Pedro había una relación
amorosa, latente, escondida bajo las apariencias. Pero ahora que veía lo
enamorada que estaba de John, y lo cercano de su matrimonio con él, se habla
dado cuenta de lo absurdo que era seguir guardando este tipo de recelos.
Confiaba en que aún era tiempo para que entre ellas surgiera una buena
comunicación. ¡La verdad, la relación RosauraTita hasta ahora había sido como
la del agua en aceite hirviendo! Con lágrimas en los ojos le rogó que por favor
no le guardara rencor por haberse casado con Pedro. Y le pidió su consejo para
recuperarlo. ¡Como si ella estuviera para darle ese tipo de consejos! Con pena,
Rosaura le comentó que Pedro tenía muchos meses de no acercársele con
intenciones amorosas. Prácticamente la rehuía. Esto no le preocupaba mucho,
pues Pedro nunca había sido muy dado a los excesos sexuales. Pero últimamente
no sólo eso, sino que detectaba en sus actitudes un abierto rechazo a su
persona.
Es más, podía precisar exactamente desde cuándo, pues lo
recordaba perfectamente. Fue la noche en que el fantasma de Mamá Elena había
empezado a aparecer. Ella estaba despierta, esperando que Pedro regresara de un
paseo que habla salido a dar. Cuando regresó, casi no le prestó atención a su
historia del fantasma, estaba como ausente. Durante la noche ella había tratado
de abrazarlo, pero él, o estaba muy dormido o fingió estarlo, pues no reaccionó
a sus insinuaciones. Más tarde lo había escuchado llorar quedamente y ella a su
vez había fingido no oírlo.
Sentía que su gordura, su flato y su mal aliento
definitivamente estaban alejando a Pedro de su lado cada día más y no le veta
solución. Le pedía por lo tanto su ayuda. La necesitaba como nunca y no tenía a
nadie más a quien recurrir. Su situación cada día era más grave. No sabría cómo
reaccionar al «qué dirán» si Pedro la abandonaba, no lo resistirla. El único
consuelo que le quedaba era que al menos tenla a su hija Esperanza, ella tenía
la obligación de estar a su lado para siempre.
Hasta este momento todo iba muy bien, las primeras palabras
de Rosaura habían causado estragos en la conciencia de Tita, pero en cuanto
escuchó por segunda ocasión cuál sería el destino de Esperanza tuvo que hacer
un soberano esfuerzo por no gritarle a su hermana que esta idea era la más
aberrante que había escuchado en toda su vida. No podía iniciar en estos
momentos una discusión entre ellas que diera al traste con la buena voluntad
que sentía de compensar a Rosaura del daño que le estaba causando. Así que en
lugar de externar sus pensamientos, le prometió a su hermana prepararle una
dieta especial para ayudarla a bajar de peso .
Como agua para chocolate, Laura Esquivel
Torrejas de natas
INGREDIENTES:
1 taza de natas
6 huevos
Canela
Almíbar
Manera de hacerse:
Se toman los huevos, se parten y se les separan las claras.
Las seis yemas se revuelven con la taza de natas. Se baten estos ingredientes
hasta que se torne ralo el batido. Entonces se vierten sobre una cazuela
previamente untada con manteca. Esta mezcla, dentro de la tartera, no debe
sobrepasar un dedo de altura. Se pone sobre la horquilla, a fuego muy bajo, y
se deja cuajar.
Tita estaba preparando estas torrejas a petición expresa de
Gertrudis, pues era su postre favorito. Tenía mucho tiempo de no comerlo y
quería hacerlo antes de dejar el rancho, al día siguiente. Había pasado en casa
sólo una semana, pero esto era mucho más de lo que había planeado. Mientras
Gertrudis untaba la cazuela donde Tita vaciaría las natas batidas, no paraba de
hablar. Tenía tantas cosas que contarle que ni con un mes hablando día y noche
podría agotar su conversación. Tita la escuchaba con gran interés. Es más, le
daba temor que dejara de hacerlo, pues entonces le tocaría el turno a ella.
Sabía que sólo le quedaba el día de hoy para contarle a Gertrudis su problema
y, aunque se moría de ganas de desahogarse con su hermana, tenía resquemores en
cuanto a la actitud que ésta tomaría con ella.
La estancia de Gertrudis y su tropa en la casa, en lugar de
agobiar de trabajo a Tita, le había proporcionado una enorme paz.
Con tanta gente por toda la casa y los patios, era imposible
conversar con Pedro, ya no se diga encontrarse con él en el cuarto obscuro.
Esto tranquilizaba a Tita, pues aún no estaba preparada para hablar con él.
Antes de hacerlo quería analizar bien las posibles soluciones que tenía el
problema de su embarazo, y tomar una determinación. Por un lado estaban ella y
Pedro y, por otro, estaba su hermana en total desventaja. Rosaura no tenía
carácter, le importaba mucho aparentar en la sociedad, seguía gorda y
pestilente, pues ni con el remedio que Tita le dio pudo aminorar su intenso
problema. ¿Qué pasaría si Pedro la abandonaba por ella? ¿Qué tanto le afectaría
a Rosaura? ¿Qué sería de Esperanza?
-Ya te aburrí con mi plática, ¿verdad?
-Claro que no Gertrudis, ¿por qué dices eso?
-Nada más porque te veo con la mirada perdida desde hace un
rato. Dime, ¿qué es lo que te pasa? Se trata de Pedro, ¿verdad?