jueves, 19 de febrero de 2015

CONCURSO GASTRONÓMICO


Como ya sabéis, el 26 de Febrero hay un concurso gastronómico. Una de las opciones es el literario.

Os dejo varios ejemplos que lo vimos en clase por si queréis realizar uno, o si sabéis de otro también vale.

 

 

 

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1ª parte), Miguel de Cervantes

 

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un

hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo

más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los

viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El

resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo

mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino. Tenía en su casa una ama

que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza,

que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los

cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo

de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna

diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja

entender que se llama Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración

dél no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que

estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a  tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para  comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los pájaros de Bangkok, Manuel Vázquez Montalbán


La muchacha dejó sobre la mesa un paquete de fideos de harina de arroz, carne de cerdo y de pollo troceada, calamares, pequeños camarones, una lata de tomate, dos pimientos, cebollas, ajos y, ante la culpabilizada petición de Carvalho de que fuera a por aceite de oliva, ella le contestó con una sonrisa y volvió a salir, para regresar casi al instante con un botellín donde había algo que recordaba el líquido metalismo del aceite de oliva. La muchacha dijo que en Thailandia se compraba en las farmacias y lo utilizaban las mujeres para el cuidado del cabello. Olió Carvalho el tónico capilar y, tanto el aroma como el gusto que comprobó untando un dedo en el elixir, le convencieron de que era aceite de oliva. Con un cuchillo en la mano y utilizando la mesa como tablero, Carvalho se convirtió en un espectáculo preparando los prolegómenos del sofrito, limpiando los calamares, descascarillando los camarones y empezando a cocer un caldo corto con las cáscaras de los crustáceos y los huesos del pollo.

–Aunque para usted sea difícil entenderlo, voy a realizar un plato que se llama la "fideuá", plato de moda en la Valencia actual, en competición desigual con la tradicional paella y que, en mis manos y con estos elementos, va a convertirse en una variante universal, en un estreno mundial, porque jamás se ha hecho utilizando los sutiles fideos de harina de arroz.

Carvalho hablaba en castellano, pero gesticulaba como si cuanto dijera fuera entendible por su compañera. Ella reía como si asistiera a un "show" de Jerry Lewis y, por primera vez en su vida, a Carvalho le gustaba que se rieran de él e interpretó el papel de payaso culinario hasta sus últimas consecuencias.

–Primero hay que sofreír bien las carnes y en el aceite hacer un sofrito espeso, deshidratado, como mandan los cánones perfectamente explicados por Josep Pla, un gran escritor catalán al que supongo traducido al thailandés. Una vez hecho el sofrito vegetal de cebolla, tomate, pimiento, se le añaden las carnes de cerdo, pollo y calamar y se reservan las gambas para echarlas en el último momento. En esta fritura se han de rehogar los fideos normales, pero, en atención a la fragilidad de estos fideos de arroz que usted me ha suministrado, los reservaré para el último momento y verteré el caldo sobre el sofrito hasta que rompa el hervor y así continúe para que se mezclen sabores. Luego, los fideos y las gambas despellejadas y, dos o tres minutos antes de sacarlo del fuego, una picada de ajo con aceite y a dejar reposar el comistrajo a ver qué sale.

El milagro cerámico se produjo y en la sartén se conformó una "fideuá" sutil en la que los tenues fideos de harina de arroz prometían una consistencia casi vegetal. De la risa lagrimeante, la muchacha había pasado a la curiosidad y, si bien no aceptó el honor de compartir la mesa con el extranjero, sí esperó a que éste comiera para probar a su vez el plato, de pie, con el temor en los labios indecisos primero, pero luego sustituyendo la curiosidad por el entusiasmo cuando comprobó que estaba bueno. Carvalho le dijo que en cuanto volviera a España patentaría el plato, que a buen seguro sería bien aceptado por los italianos y los valencianos, porque reunía la cultura de la paella, del arroz y del fideo, en una síntesis prodigiosa que no se le había ocurrido a ningún profeta de la nueva cocina.

 

 

 

 

 

 

 


 

El coronel no tiene quien le escriba, Gabriel García Márquez


-Novecientos pesos -exclamó el coronel.

-Novecientos pesos.

El coronel concibió la cifra.

-¿Usted cree que darán ese dineral por el gallo?

-No es que lo crea -respondió don Sabas-. Es que estoy absolutamente seguro.

Era la cifra más alta que el coronel había tenido en su cabeza después de que restituyó los fondos de la revolución. Cuando salió de la oficina de don Sabas sentía una fuerte torcedura en las tripas, pero tenía conciencia de que esta vez no era a causa del tiempo. En la oficina de correos se dirigió directamente, al administrador:

-Estoy esperando una carta urgente -dijo-. Es por avión.

El administrador buscó en las casillas clasificadas. Cuando acabó de leer repuso las cartas en la letra correspondiente pero no dijo nada. Se sacudió la palma de las manos y dirigió al coronel una mirada significativa.

-Tenía que llegarme hoy con seguridad -dijo el coronel.

El administrador se encogió de hombros.

-Lo único que llega con seguridad es la muerte, coronel.

Su esposa lo recibió con un plato de mazamorra de maíz. Él la comió en silencio con largas pausas para pensar entre cada cucharada. Sentada frente a él la mujer advirtió que algo había cambiado en la casa.

 

 

 

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A continuación presentamos la receta de la Mazmorra de maíz: Ingredientes: 4 mazorcas de maíz tierno y dulce 1 litro de leche 2 latas de leche evaporada (o de leche de coco) Media taza de azúcar (al gusto) Una pizca de sal 3 o 4 astillas de canela 1 cucharadita de vainilla 1 cucharada de maicena disuelta en un poquito de agua (opcional) Canela en polvo para decorar (Con la mitad de la receta se preparan 8 porciones individuales) Preparación: Se desgranan las mazorcas. Se colocan los granos de maíz con un poco de la leche y se licúan a alta velocidad. Se cuela y exprime bien la mezcla. Se vuelven a licuar los restos del maíz con otro poco de leche hasta sacar todo el jugo del maíz. Desechar las cascaritas del maíz. Colocar la mezcla de maíz con el resto de todos los ingredientes en una olla, menos la maicena y la vainilla , y se cocina a fuego mediano revolviendo continuamente hasta que hierva y espese. En este momento, se agrega la maicena diluida en un poquito de agua (esto se hace si le gusta una consistencia más espesa, es opcional), sin dejar de revolver, se deja hervir y espesar. Por último, se agrega la vainilla. Cuando se logre la consistencia deseada, bajar del fuego, y dejar enfriar un poco. Todavía tibia, servir la crema en envases individuales y espolvorear con canela en polvo. Cuando enfríe, guardar en el refrigerador. Servir bien frío.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

El coronel en su laberinto, Gabriel García Márquez
 

Poco después entró Fernanda Barriga y trató de hacerle comer al general un plato de alboronía. El se resistió, a pesar de que no había comido nada desde el día anterior, pero ordenó que le pusieran el plato en la oficina para comer durante las audiencias. Mientras tanto cedió a la tentación de coger una guayaba de las muchas que estaban en la totuma. Se embriagó un instante con el olor, le dio un mordisco ávido, masticó la pulpa con un deleite infantil, la saboreó por todos lados y se la tragó poco a poco con un largo suspiro de la memoria. Después se sentó en la hamaca con la totuma de guayabas entre las piernas, y se las comió todas una tras otra sin darse tiempo apenas para respirar. José Palacios lo sorprendió en la penúltima.

 

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una fritada de berenjenas, tomates, calabaza y pimientos picados y revueltos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

Como agua para chocolate, Laura Esquivel
 

Pastel Chabela


INGREDIENTES:

175 gramos de azúcar granulada de primera

300 gramos de harina de primera, tamizada tres veces

17 huevos

 Raspadura de un limón

 

Manera de hacerse:

En una cacerola se ponen cinco yemas de huevo, cuatro huevos enteros y el azúcar. Se baten hasta que la masa espesa y se le anexan dos huevos enteros más. Se sigue batiendo y cuando vuelve a espesar se le agregan dos huevos completos, repitiendo este paso hasta que se terminan de incorporar todos los huevos, de dos en dos. Para elaborar el pastel de boda de Pedro con Rosaura, Tita y Nacha hablan tenido que multiplicar por diez las cantidades de esta receta, pues en lugar de un pastel para 18 personas tenían que preparar uno para 180.

¡El resultado da 170 huevos! Y esto significaba que habían tenido que tomar medidas para tener reunida esta cantidad de huevos, de excelente calidad, en un mismo día.

Para lograrlo fueron poniendo en conserva desde hacía varias semanas los huevos que ponían las gallinas de mejor calidad. Este método se utilizaba en el rancho desde época inmemorial para proveerse durante el invierno de este nutritivo y necesario alimento. El mejor tiempo para esta operación es por los meses de agosto y septiembre. Los huevos que se destinan a la conservación deben ser muy frescos. Nacha prefería que fueran del mismo día.

Se ponen los huevos en una vasija que se llena de cebo de carnero derretido, próximo a enfriarse, hasta cubrirlos por completo. Esto basta para garantizar su buen estado por varios meses. Ahora, que si se desea conservarlos por más de un año, se colocan los huevos en una orza y se cubren con una lechada de un tanto de cal por diez de agua. Después se tapan muy bien para interceptar el aire y se guardan en la bodega. Tita y Nacha habían elegido la primera opción pues no necesitaban conservar los huevos por tantos meses. junto a ellas, bajo la mesa de la cocina, tenían la vasija donde los habían puesto y de ahí los tomaban para elaborar el pastel.

El esfuerzo fenomenal que representaba batir tantos huevos empezó a hacer estragos en la mente de Tita cuando iban apenas por los 100 huevos batidos. Le parecía inalcanzable llegar a la cifra de 170.

Tita batía mientras Nacha rompía los cascarones y los incorporaba. Un estremecimiento recorría el cuerpo de Tita y, como vulgarmente se dice, se le ponía la piel de gallina cada vez que se rompía un huevo. Asociaba los blanquillos con los testículos de los pollos a los que habían capado un mes antes. Los capones son gallos castrados que se ponen a engordar. Se eligió este platillo para la boda de Pedro con Rosaura por ser uno de los más prestigiados en las buenas mesas, tanto por el trabajo que implica su preparación como por el extraordinario sabor de los capones.

Desde que se fijó la boda para el 12 de enero se mandaron comprar doscientos pollos a los que se les practicó la operación y se pusieron a engordar de inmediato.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como agua para chocolate, Laura Esquivel


Nunca habían vuelto a recibir noticias de ella, desde que Nicolás le había hecho entrega de

su ropa, en el burdel donde había ido a caer. En fin, dejando orear al lado de sus recuerdos

las tablillas de chocolate que acababa de terminar, se dispuso a preparar la rosca de Reyes.

 

INGREDIENTES:

30 g de levadura fresca

1 1⁄4 kg. de harina

8 huevos

2 cucharadas de agua de azahar

1 1⁄2 tazas de leche

300 g de azúcar

300 g de mantequilla

250 g de frutas cubiertas

1 muñeco de porcelana

 

Manera de hacerse:

 

Con las manos, o utilizando un tenedor se desbarata la levadura en un cuarto de kilo de harina, agregándole poco a poco media taza de leche tibia. Cuando están bien incorporados los ingredientes se amasan un poco y se dejan reposar en forma de bola, hasta que la masa crezca el doble de su tamaño.

Justo cuando Tita ponía la masa a reposar, Rosaura hizo su aparición en la cocina. Venía a pedirle su ayuda para poder llevar a cabo la dieta que John le había recetado. Desde hacía unas semanas tenia graves problemas digestivos, sufría de flato y mal aliento. Rosaura se sintió tan apenada por estos trastornos que inclusive tuvo que tomar la decisión de que Pedro y ella durmieran en recámaras separadas. De esta manera aminoraba un poco su sufrimiento al poder desalojar ventosidades a su antojo. John le había recomendado abstenerse de alimentos tales como raíces y legumbres y realizar un activo trabajo corporal.

Esto último se le dificultaba por su excesiva gordura. No se explicaba por qué desde que regresó nuevamente al rancho habla empezado a engordar tanto, pues seguía comiendo lo mismo de siempre. El caso es que le costaba un trabajo enorme poner en movimiento su voluminoso y gelatinoso cuerpo. Todos estos males le estaban acarreando infinidad de problemas, pero el más grave era que Pedro se estaba distanciando de ella cada día más. No lo culpaba: ni ella misma soportaba su pestífero vaho. Ya no podía más.

Era la primera vez que Rosaura se abría, de capa con Tita y trataba estos temas con ella.

Inclusive le confesó que no se le habla acercado antes por los celos que le tenia. Pensaba que entre ella y Pedro había una relación amorosa, latente, escondida bajo las apariencias. Pero ahora que veía lo enamorada que estaba de John, y lo cercano de su matrimonio con él, se habla dado cuenta de lo absurdo que era seguir guardando este tipo de recelos. Confiaba en que aún era tiempo para que entre ellas surgiera una buena comunicación. ¡La verdad, la relación RosauraTita hasta ahora había sido como la del agua en aceite hirviendo! Con lágrimas en los ojos le rogó que por favor no le guardara rencor por haberse casado con Pedro. Y le pidió su consejo para recuperarlo. ¡Como si ella estuviera para darle ese tipo de consejos! Con pena, Rosaura le comentó que Pedro tenía muchos meses de no acercársele con intenciones amorosas. Prácticamente la rehuía. Esto no le preocupaba mucho, pues Pedro nunca había sido muy dado a los excesos sexuales. Pero últimamente no sólo eso, sino que detectaba en sus actitudes un abierto rechazo a su persona.

Es más, podía precisar exactamente desde cuándo, pues lo recordaba perfectamente. Fue la noche en que el fantasma de Mamá Elena había empezado a aparecer. Ella estaba despierta, esperando que Pedro regresara de un paseo que habla salido a dar. Cuando regresó, casi no le prestó atención a su historia del fantasma, estaba como ausente. Durante la noche ella había tratado de abrazarlo, pero él, o estaba muy dormido o fingió estarlo, pues no reaccionó a sus insinuaciones. Más tarde lo había escuchado llorar quedamente y ella a su vez había fingido no oírlo.

Sentía que su gordura, su flato y su mal aliento definitivamente estaban alejando a Pedro de su lado cada día más y no le veta solución. Le pedía por lo tanto su ayuda. La necesitaba como nunca y no tenía a nadie más a quien recurrir. Su situación cada día era más grave. No sabría cómo reaccionar al «qué dirán» si Pedro la abandonaba, no lo resistirla. El único consuelo que le quedaba era que al menos tenla a su hija Esperanza, ella tenía la obligación de estar a su lado para siempre.

Hasta este momento todo iba muy bien, las primeras palabras de Rosaura habían causado estragos en la conciencia de Tita, pero en cuanto escuchó por segunda ocasión cuál sería el destino de Esperanza tuvo que hacer un soberano esfuerzo por no gritarle a su hermana que esta idea era la más aberrante que había escuchado en toda su vida. No podía iniciar en estos momentos una discusión entre ellas que diera al traste con la buena voluntad que sentía de compensar a Rosaura del daño que le estaba causando. Así que en lugar de externar sus pensamientos, le prometió a su hermana prepararle una dieta especial para ayudarla a bajar de peso .

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

Como agua para chocolate, Laura Esquivel

Torrejas de natas
 

INGREDIENTES:

1 taza de natas

6 huevos

Canela

Almíbar

Manera de hacerse:

Se toman los huevos, se parten y se les separan las claras. Las seis yemas se revuelven con la taza de natas. Se baten estos ingredientes hasta que se torne ralo el batido. Entonces se vierten sobre una cazuela previamente untada con manteca. Esta mezcla, dentro de la tartera, no debe sobrepasar un dedo de altura. Se pone sobre la horquilla, a fuego muy bajo, y se deja cuajar.

Tita estaba preparando estas torrejas a petición expresa de Gertrudis, pues era su postre favorito. Tenía mucho tiempo de no comerlo y quería hacerlo antes de dejar el rancho, al día siguiente. Había pasado en casa sólo una semana, pero esto era mucho más de lo que había planeado. Mientras Gertrudis untaba la cazuela donde Tita vaciaría las natas batidas, no paraba de hablar. Tenía tantas cosas que contarle que ni con un mes hablando día y noche podría agotar su conversación. Tita la escuchaba con gran interés. Es más, le daba temor que dejara de hacerlo, pues entonces le tocaría el turno a ella. Sabía que sólo le quedaba el día de hoy para contarle a Gertrudis su problema y, aunque se moría de ganas de desahogarse con su hermana, tenía resquemores en cuanto a la actitud que ésta tomaría con ella.

La estancia de Gertrudis y su tropa en la casa, en lugar de agobiar de trabajo a Tita, le había proporcionado una enorme paz.

Con tanta gente por toda la casa y los patios, era imposible conversar con Pedro, ya no se diga encontrarse con él en el cuarto obscuro. Esto tranquilizaba a Tita, pues aún no estaba preparada para hablar con él. Antes de hacerlo quería analizar bien las posibles soluciones que tenía el problema de su embarazo, y tomar una determinación. Por un lado estaban ella y Pedro y, por otro, estaba su hermana en total desventaja. Rosaura no tenía carácter, le importaba mucho aparentar en la sociedad, seguía gorda y pestilente, pues ni con el remedio que Tita le dio pudo aminorar su intenso problema. ¿Qué pasaría si Pedro la abandonaba por ella? ¿Qué tanto le afectaría a Rosaura? ¿Qué sería de Esperanza?

-Ya te aburrí con mi plática, ¿verdad?

-Claro que no Gertrudis, ¿por qué dices eso?

-Nada más porque te veo con la mirada perdida desde hace un rato. Dime, ¿qué es lo que te pasa? Se trata de Pedro, ¿verdad?