jueves, 7 de noviembre de 2013

ROMANTICISMO


EL ROMANTICISMO

  1. La revolución romántica. Contexto histórico.
La Europa de finales del S.XVIII y comienzos del S.XIX rescató de entre oxidados latinismos del diccionario una palabra que con el tiempo se convertiría en símbolo de los nuevos tiempos: revolución. Así, para la primera mitad del S.XIX se ha hablado de unas veces de primera revolución industrial, cambio de la estructura económica de la sociedad, otras veces los historiadores hacen un repaso por todas las revoluciones políticas que acabaron con el absolutismo del Antiguo Régimen, así que también los críticos literarios escriben acerca de la revolución que supuso el fin del clasicismo dieciochesco. Esta palabra se llenó de la fuerza y violencia necesaria para romper la cadena del despotismo del S.XVIII, siglo en el que todo se regía por el orden de un rey que por derecho divino poseía a los pueblos y en el que la literatura seguía las normas clásicas de creación poética, regidas por la razón y la utilidad práctica. En el ambiente se respiraba la opresión y se necesitaba respirar aire fresco y renovado.
La primera transformación de la sociedad europea la produjo el cambio de la actividad económica. En Inglaterra , a finales del XVIII, y luego en el resto de Europa Occidental, se desarrolló la producción mediante el uso de nuevas tecnologías, como la máquina de vapor, con lo que la actividad económica fue girando hacia la industria manufacturada. La clase social más beneficiada fue la burguesía que invertía sus ganancias en nuevas actividades económicas. El campesino, huyendo del hambre y de la explotación de la nobleza, se dirigió hacia los centros industriales para trabajar en las fábricas. La nobleza, que ya había perdido su poder económico, se resistía a abandonar su poder político y no dudaba en emplear toda la fuerza de la represión.

Todo ello favoreció la 1ª revolución política, la Revolución Francesa (1789) que llevó al poder ala burguesía. El lema de esta revolución, Libertad, Igualdad y Fraternidad, fue utilizado por el general Napoleón Bonaparte, autoproclamado emperador que conquistó a otros pueblos europeos, entre ellos, España.

La restauración del Antiguo Régimen tras la derrota de Napoleón no pudo evitar que las nuevas ideas acerca de la relación del hombre con el poder se extendieran por toda Europa contribuyendo al nacimiento de un sentido de nación que estaba por encima de la tiranía de unos soberanos. Este nacionalismo comenzó en Alemania y afectó a diversos pueblos europeos como Italia.

La libertad para el hombre era la libertad para el escritor: el artista era libre para mostrar su propia originalidad en una creación que nacía de su propia inspiración, guiado por su impetuosa imaginación. Cada renglón, cada poema era parte de la vida del autor y se unía irremisiblemente a él. Ahora bien, la palabra romántico no debe confundirse con sentimental, sino que se carga además de significados como rebelde, subjetivo o individualista.



  1. Rimas de Bécquer.
    TEMAS DE LAS RIMAS
1. La poesía
Las ideas de Bécquer sobre la poesía son innovadoras y, en cierta manera, precursoras de movimientos poéticos posteriores (simbolismo), pero no constituyen una preceptiva poética sistemática. Además de reflexionar sobre ello en su poesía, Bécquer también lo hace en su obra en prosa: Cartas literarias a una mujer, en la “Introducción sinfónica” al Libro de los gorriones o en la reseña al libro La soledad de su amigo Ferrán.
• El sentimiento poético y el amoroso son equiparables: el ideal de poesía y el del amor se funden y confunden en la mujer ideal (rima IV).
• La poesía existe, para todo el que la sepa sentir, en el mundo natural, en ambientes misteriosos, en el ser humano... aunque nadie la escriba (rima IV). La poesía es concebida como la expresión inmediata de emociones o sentimientos que están más allá del poeta mismo y que sólo esperan al escritor que sepa formularlos.
• Esto implica que la vivencia poética es independiente y previa a la escritura del poema y el poeta es el que logra juntar ambas fases (rima V). El proceso poético de inspiración no es fácil; en algún momento Bécquer dirá “Cuando siento, no escribo”.
• Además, la lengua no es un medio demasiado apto para expresar lo sentido (rima I), pues Bécquer concibe la poesía como algo inefable y misterioso. Por ello, para traducirla a palabras, el poeta recurre a lo que el lenguaje tiene de sugerente, de simbólico: lo inmaterial solo se puede expresar, o mejor intuir, a través de lo etéreo o incorpóreo, de ahí las alusiones a suspiros, sonrisas, colores, música...
• El poeta se rinde ante la evidencia de que en el sentimiento poético lo real y lo imaginario, lo vivido y lo soñado se confunden; opta por expresar el ideal: la mujer ideal, el mundo ideal, el ideal poético... en un intento de comunicarse con lo que los románticos denominaron “espíritu universal” o “alma del universo”. En la rima I escribe: himno gigante y extraño / que anuncia en la noche del alma una aurora.

En la reseña de La Soledad (1861), Bécquer distingue entre dos tipos de poesía: una, “magnífica y sonora” y otra, “desnuda de artificio” por la que él se decanta y que define su estilo.

2. El amor gozoso y la mujer ideal
Aunque su concepto de poesía preludia la poesía posterior, cuando trata el tema del amor aparecen diversos tópicos románticos. El amor se identifica con la mujer, pero es una mujer próxima, a diferencia de otras mujeres románticas. La mujer es la expresión máxima de la belleza, pero no es más que un ideal, porque resulta inaccesible, es un misterio o se desvanece, por lo que el resultado final no es otro que la desilusión, la angustia, la soledad y la muerte.
Cuando Bécquer canta el amor pleno y gozoso (en la primera parte de la obra), toda la naturaleza participa de ese amor, más aún todo el universo se hace eco del amor.
De un amor así solo puede ser depositaria una mujer extraordinariamente bella. El paradigma de mujer es el paradigma de la belleza, y, también de lo poético; las cualidades de su hermosura solo pueden ser comparadas con la hermosura que se observa en la naturaleza.
Entre el poeta y la amada se establece una relación de comunicación interna, de común unión, hasta el extremo de presentirse el uno al otro (rima XVI y XXVIII) o identificarse (rima XXIV). En su platónico amor, el poeta acabará por desear una mujer igualmente ideal; no es suficiente poner su amor en una mujer de carne y hueso, aunque encierre pasión y ternura a raudales: no es ese tipo de mujer al que se busca, sino aquella formada de sueño y niebla. Por este camino, la mujer se transforma en algo etéreo, en símbolo del ideal imposible. Dentro de esta línea de perseguir lo inmaterial y etéreo es como se puede luego llegar a comprender la identificación de la mujer con otra modalidad de lo inefable: la poesía (rima XXI).
Y, si la poesía es inefable a causa de la insuficiencia del lenguaje, y apenas pude ser expresada si no es a través del amor, del mismo modo la idealización de la mujer, dada esa insuficiencia de la palabra, apenas puede ser descrita si no es a través de lo poético. De modo que amor, mujer y poesía se identifican por completo y pasan a designar la misma realidad que es igualmente inefable e inalcanzable. De ahí la imposibilidad de la descripción física de la mujer.

3. El dolor del amor
El desengaño y la tristeza causada por el olvido del amor es, pues, el centro temático del segundo grupo de composiciones, ya presagiado por la rima XXVI, cuya ubicación desentona dentro de la luminosa claridad de los poemas anteriores.
De la plena identificación en las voluntades de los amantes de los poemas anteriores se pasa ahora a una oposición tú/yo dolorosa. El desamor y la separación son consecuencia del orgullo (rima XXX), lo que provoca la ruptura completa y total.
Se busca la culpa: ella no supo ver el valioso fondo de su enamorado, lo que puede estar relacionado con el carácter de insatisfacción permanente del poeta; él no valoró otras cualidades de la amada, al dejarse deslumbrar exclusivamente por su belleza física.
La intensidad del sentimiento amoroso viene expresada de manera proporcional a la intensidad del dolor producido.
Cuando se desmorona el mundo ideal solo le quedan la soledad y la desesperación, que son puestas de relieve con tonos de amargura y sarcasmo; aquel amor apasionado es considerado como un “trágico sainete”, porque ha idealizado el amor al darle forma a lo que solo es un fantasma (rima L).

El desengaño producido por el amor imposible también es puesto de relieve con el contraste entre la luminosidad de los poemas de amor gozoso con los que ahora designan dolor y sufrimiento. Aquí son abundantes las expresiones que denotan ese cambio de tono: “sombra oscura”, “noche de dolor”...

4. La desolación y la muerte
En la última parte de la obra, la más amplia, trata Bécquer temas como la soledad, la angustia de vivir, el misterio del hombre, la muerte... Si bien todavía hay alusiones al fracaso de la experiencia amorosa (rimas LV, LXVII, LXVIII...), son más las composiciones que se centran en la descripción de la desolación, angustia y ansias de muerte producidas por la ausencia del amor.
En efecto, sin amor, los días pasan monótonos y la vida carece de todo sentido, y solo el dolor, la experiencia del dolor, parece despertar la conciencia del existir.
El escepticismo se hace presente y va ganando cada vez más terreno. El poeta concibe su vida como un erial, como un existir en el que solo se pueden recoger desgracias y sinsabores. Y ante el desengaño y la frustración del amor prometido como eterno por la amada, el amante pretende ejemplarizar que solo el dolor sí es eterno.
Pero no deja de ser una falacia, un nuevo engaño, pues el tiempo, el simple transcurrir del tiempo, le hace caer en la cuenta de que no puede haber nada constante en lo que es humano (rima LXIV).
En estas perplejidades y angustias se va consumiendo febrilmente su vida, mientras la soledad se va haciendo cada vez más absoluta. Al mirar hacia el pasado se puede decir que solo se ha experimentado el sufrimiento.
En el futuro el poeta se concibe a sí mismo como un “huésped de las tinieblas” (rima LXXV) que se consume en presagios de una muerte en desamparo. Son versos en los que parecen resonar los ecos de sentimiento de desengaño, íntimo, existencial, típico del hombre barroco. Bécquer coloca en un mismo plano la cuna y la sepultura, para poner de relieve la fugacidad del tiempo, para poner de relieve qué sentido tiene una vida sin amor, señalada por el dolor y el olvido.
El tema de la muerte se hace más obsesivo en esta última parte de las Rimas.
Aunque en ocasiones la desea como una liberación de todos los pesares (rima LXXVI),
en otros poemas manifiesta un angustiado terror no tanto a la muerte en sí misma, sino al lo que esta lleva consigo: la soledad y la desaparición de la memoria individual y colectiva, de que no quede otra cosa de su transcurrir por la tierra que una tumba “donde habite el olvido”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario